Para nosotros, Basilea significa vivir algo nuevo cada día
«Cuando tengo una tarde libre, lo que más me gusta es ir al zoo. Allí voy directamente al recinto de los monos, siempre es muy divertido verlos saltando o jugueteando. A veces me asusto, por ejemplo si un animal grita muy fuerte o se acerca mucho a la valla. Entonces le doy muy rápido la mano a Mathis, mi hermano mayor. Pero no tengo miedo, ni siquiera a los leones, porque están detrás de un cristal muy gordo. En cambio, a los ponys y las cabras del zoo infantil puede uno acercarse mucho. ¡Incluso dejan acariciarlos! Lo mejor de esas tardes es el helado Gasparini: es algo que no puede faltar en una visita al zoo.
A Mathis le gusta mucho el Naturhistorisches Museum. Es distinto a la mayoría de museos, porque se pueden tocar muchos de los animales expuestos, incluso el gigantesco mamut. Siempre me asombra lo grande que era el antepasado de los elefantes que he visto antes en el zoo. A veces juego a que somos científicos haciendo un viaje de exploración por el museo.
Después vamos al Papiermuseum, el museo del papel, donde se oye el traqueteo de las máquinas y huele a tinta de imprenta. Podemos ver cómo fabrican papel los trabajadores del museo e incluso ayudar a remover la pasta. Un piso más arriba escribo el nombre de mi animal favorito en un trozo de papel con pluma y tinta. ¿Qué animal es? ¡Es un secreto! Por eso, en seguida doblo el papel para hacer una carta y la lacro con un sello. Naturalmente, puedo llevarme la carta a casa como recuerdo de la visita.
Con el Fähri (transbordador) cruzamos a la orilla de Kleinbasel. Cuando hace buen tiempo, es un poco como si estuviéramos de vacaciones. Además, en Kleinbasel hay un museo muy divertido, el Museum Tinguely, que lleva el nombre de un famoso artista suizo. En él hay máquinas de todo tipo: multicolores, ruidosas, pequeñas, gigantescas... Cuando aprietas el botón que hay al lado, la máquina empieza a moverse y hacer sonidos. La más emocionante tiene un nombre muy largo, «Grosse Méta-Maxi-Maxi-Utopia»: tiene escaleras por las que se puede subir, engranajes gigantes y hasta un caballo de tiovivo.
¿Aburrise en Basilea? Es imposible.»