Un juez estricto, dos abogados mediocres y tres hermanos con problemas deben repartir la herencia de un difunto. No sólo se negocian diferentes interpretaciones del testamento, se discute el sentido y el sinsentido de la herencia y se libran rencillas familiares, sino que también se escuchan testigos: policías amables, una enfermera muy simpática y un médico sediento. Los abogados que intervienen conducen el juicio con mucha circunspección y desapego profesional hasta que ellos también llegan a su límite y los hermanos caen en un frenesí de afecto que no tiene cabida en absoluto en un juicio civil, sobre todo para el fallecido.
Todos los invitados con un menú de concierto se benefician de un asiento reservado en las primeras filas del estadio y pueden disfrutar del menú a su antojo hasta poco antes de las 20 horas.
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